La pobreza no es neutral en cuanto al género. En toda América Latina, las desigualdades estructurales de género siguen limitando el acceso de las mujeres a las oportunidades económicas, educativas y financieras, perpetuando un mayor riesgo de pobreza a través de la distribución desigual del trabajo de cuidado, la segregación ocupacional y la brecha salarial de género.
Según datos recientes de la OIT, en el segundo trimestre de 2024, la tasa de participación laboral femenina fue de 52,1%, significativamente inferior a la de los hombres (74,3%), lo que refleja una brecha persistente en el acceso al empleo remunerado (Panorama Laboral 2024 de América Latina y el Caribe). Pero más allá del mercado laboral, las mujeres latinoamericanas soportan una carga desproporcionada de trabajo doméstico y de cuidado no remunerado, lo que limita severamente su participación en el mercado laboral y su independencia económica, dedicando aproximadamente el doble de tiempo que los hombres al trabajo no remunerado en la región (Comisión Económica para América Latina y el Caribe (Indicador de tiempo total de trabajo).
El impacto de estas desigualdades se refleja en la pobreza multidimensional que afecta desproporcionadamente a las mujeres. En América Latina, el 27,4% de las mujeres vive en pobreza multidimensional, cifra que se eleva al 58% en las zonas rurales, donde la falta de acceso a servicios básicos, empleo decente y conectividad digital limita aún más sus oportunidades (PNUD, 2023).
Exclusión Financiera: Una Barrera para la Inclusión Económica
El acceso limitado a los servicios financieros sigue siendo un desafío crítico. Según la CAF, Banco de desarrollo de América Latina, en América Latina y el Caribe, solo el 49% de las mujeres tienen una cuenta bancaria, frente al 54% de los hombres. Además, solo el 11% de las mujeres ahorra a través de una institución financiera y apenas el 10% tiene acceso a crédito formal, lo que limita su capacidad de invertir y emprender (CAF, 2018).
En México, la pobreza y la exclusión financiera afectan con mayor dureza a las mujeres indígenas y rurales. Según CONEVAL[AG2] ( 2022) En México, el 44.4% de las mujeres vive en situación de pobreza. En zonas rurales, como los estados sureños de Chiapas y Oaxaca, la pobreza extrema es tres veces mayor que en las regiones urbanas. En estos contextos, la falta de acceso al crédito y a mecanismos formales de ahorro perpetúa la dependencia económica y la vulnerabilidad de las mujeres.
El Compromiso de Trickle Up con el Empoderamiento Económico de las Mujeres
En el Día Internacional de la Mujer, es fundamental reflexionar sobre las desigualdades persistentes y reconocer que cuando las mujeres tienen recursos y oportunidades, prosperan.
Trickle Up se dedica a romper el ciclo de la pobreza extrema mediante el empoderamiento de las mujeres, en particular de las mujeres indígenas y rurales, a través de la inclusión financiera, el empoderamiento económico, la capacidad de acción digital y la resiliencia climática. Utilizando un enfoque transformador e interseccional de género, nuestro trabajo en América Latina se centra en programas de inclusión económica y la implementación del Enfoque de Graduación. Esta metodología probada proporciona a las mujeres las herramientas, los recursos y las habilidades que necesitan para lograr la independencia económica a largo plazo.
En Trickle Up México, trabajamos con una perspectiva de género e interseccional para empoderar económicamente a mujeres indígenas y afrodescendientes en zonas rurales, abordando las múltiples barreras que limitan su desarrollo.
Nuestra misión es clara: promover la resiliencia financiera y el empoderamiento económico, fortalecer el liderazgo comunitario y romper el ciclo de pobreza y exclusión. Nuestro impacto habla por sí solo. En los últimos seis años, hemos apoyado directamente a 9.000 mujeres en 151 comunidades de 40 municipios de Chiapas y Oaxaca. Hoy, 236 grupos de ahorro comunitarios se mantienen activos, ahorrando colectivamente $8.4 millones de pesos (aproximadamente $411,000 dólares). Más de 3,200 mujeres han lanzado o ampliado sus negocios, mejorando su autonomía económica y resiliencia. Además, el 100% de las participantes han fortalecido sus habilidades de toma de decisiones financieras y el 68% de los negocios se han diversificado, reduciendo la vulnerabilidad económica.
A través de iniciativas como la de Trickle Up Proyecto FUERTE, hemos profundizado nuestra comprensión de los desafíos que enfrentan las mujeres y hemos desarrollado soluciones a medida. Estos resultados demuestran que cuando las mujeres reciben las herramientas adecuadas y un apoyo integral, pueden superar las barreras históricas y estructurales, y convertirse en impulsoras clave de un desarrollo más equitativo y sostenible, incluso en contextos de pobreza y discriminación sistémica.
Igualdad de Género: Una Agenda Urgente
A pesar de los avances, la lucha por la igualdad de género sigue siendo un desafío urgente. La pobreza, la exclusión financiera y la discriminación estructural no son problemas aislados; son el resultado de un sistema que históricamente ha limitado las oportunidades para las mujeres. Invertir en las mujeres es un catalizador de la transformación social y económica. Cuando las mujeres logran autonomía económica, comunidades enteras se benefician y los ciclos de pobreza comienzan a romperse.
De cara al futuro, el progreso se logrará con un esfuerzo colectivo para superar las barreras persistentes al empoderamiento económico de las mujeres. Debemos ir más allá de los modelos tradicionales de inclusión económica y financiera y centrarnos en la capacidad de acción de las mujeres, empoderándolas para que tomen decisiones en los sistemas económicos.
Al celebrar el Día Internacional de la Mujer, reafirmamos nuestro compromiso de garantizar que todas las mujeres, independientemente de su origen, tengan los recursos y las oportunidades para prosperar. Porque cuando las mujeres triunfan, comunidades y generaciones enteras se benefician.